Si el lío fuera simple, “el alcalde de Mérida, cumpliría su palabra y les daría a los vecinos de la Colonia Melitón Salazar unos juegos infantiles nuevos, así como la adecuación de un área limpia, segura, iluminada y moderna, tal como se los prometió, punto”. Pero no es así.
A la exigencia de que cumpla su palabra, el alcalde les respondió con una demanda penal. O sea, los quiere en la cárcel. Literal.
Renán Barrera Concha no podía permitir que unos “ciudadanos del sur de Mérida” le estropearan la agenda pública. Él que es la figura del PAN y destaca por ser el presidente de la asociación nacional de alcaldes panistas en México, no podía quedar en evidencia. ¡Pero cómo!.
¡Tremenda osadía, el no aceptar los juegos infantiles que se le enviaron! – aunque fueran los mismos, viejos y oxidados desde hace varias décadas.
Los vecinos iniciaron su protesta el pasado día lunes 14 de abril, donde impidieron la colocación de juegos infantiles oxidados. El miércoles 16 el Ayuntamiento les sembró los juegos. En respuesta, los vecinos levantaron los juegos y los usaron de barricada para bloquear las calles que enmarcan el parque, el emblemático parque donde han jugado muchas generaciones de meridanos.
La Melitón Salazar es una de la Colonias Populares más antiguas de la Ciudad de Mérida. Tiene historia propia. Allí hizo campaña política el primer alcalde del PAN Víctor Correa Rachó a finales de los 60’s.
Mi Punto de Vista le ha da seguimiento a este problema entre vecinos y el alcalde de Mérida, desde sus inicios. Incluso fue el primero.
El alcalde asegura que los juegos infantiles que sembraron en el parque son nuevos y que han gastado casi un millón de pesos al respecto.
Las fotos que acompañan la nota, revelan que los juegos están oxidados y son viejos. Las gráficas evidencian la mentira del alcalde.
Sin duda el edil ha perdido ya los estribos. ¿Quién le pone un alto a su soberbia?.
Se conduce sin apego a la razón, y obedece a sus impulsos.
Su actitud contrasta con la del Presidente Enrique Peña Nieto y la del gobierno federal, que en vez de reprimir a los profesores protestantes con las reformas estructurales del país, les abrieron las puertas del diálogo en todo momento.
Renán Barrera no quiso dialogar, de hecho no sabe dialogar. Su postura es simple: conmigo o contra mí. Es la política del garrote.
Renán Barrera quiere meter a la cárcel a sus detractores. Y más si los considera ínfimos a él.
El seguidor y uno de los financieros de Gustavo Madero, siente que la tiene segura. Que luego de alcalde, el Congreso de la Unión le tiene reservada una curul para de allí, saltar a la gubernatura de Yucatán, porque son los compromisos que tiene con Madero, ya que éste, ya “negoció con el PRI su lugar”. La teoría tiene origen y sustento en la cúpula de la comuna meridana, desde donde se opera la ruta del alcalde.
Y así se la lleva Renán Barrera, ignorando los compromisos, violando la ley que lo obliga a rendir cuentas, que lo obliga a informar a los ciudadanos, por ejemplo cómo usa los recursos del ramo 33, y còmo usó los 28 millones del carnaval. Hasta ahora no sabemos por qué ha beneficiado a un subalterno con la ventanilla única a razón de más de un millón de pesos sin utilidad ni beneficio para los meridanos. Amén de que hasta ahora nadie le ha hecho nada, porque envió a Europa de viaje de placer a su esposa con dinero municipal. Nadie sabe cómo asigna las obras de Sedesol, y quien le pide o exige cuentas, encuentra descalificaciones, y demandas penales.
¿Qué clase de demócrata es este tipo que vive de la política?.
Él es un empleado del pueblo, pero se comporta como su amo.
¿Quién defiende a los meridanos?.
Está visto, si frente a una simple exigencia del pueblo reacciona con violencia y represión, no es difícil imaginar que haría en el futuro si fuera gobernador.
¿Y el PAN, qué hace al respecto?. ¿Dónde está la responsabilidad de dicho partido frente a un represor?, ¿pues no que su deber es cuidar al pueblo?.
En fin, así están las cosas en Mérida, con un alcalde de baja calaña, sin honor en la palabra, represor y corrupto. Torpe e impulsivo.
En Mérida, impera la sinrazón
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