Inicio Análisis político Colaboradores Para entender nuestra sociedad: usar el transporte público

Para entender nuestra sociedad: usar el transporte público

810

Para entender nuestra sociedad: usar el transporte público.

Artículo escrito por José Miguel Rosado Pat
La semana comienza con el desarrollo de las actividades normales de todos los días, esas que llenan, ocupan, distraen, fastidian, divierten o agobian; esas que en conjunto forman la vida cotidiana de cada mexicano con sus diferentes circunstancias, situaciones, problemas, negocios, asuntos e infinidad de cosas inimaginables que puede tener un ser humano alrededor y dentro de su compleja existencia. Un poema del maestro Luis Pérez Sabido me trae a la memoria esta situación, en cuyos primeros versos dice: “… el día no es chiste, ni juego, ni broma/ es duro tirano que no nos perdona/ haberlo perdido tan solo una vez…”. ¡Cuánta verdad existe en esos versos!

Existe algo que disfruto mucho todos los días dentro de mi rutina y es el transportarme de un lugar a otro usando el transporte público, y aunque para muchos o la inmensa mayoría representa una enorme incomodidad, que en ocasiones puede serlo, lo vale el enorme privilegio que nos brinda en escenarios de vida. Usando el transporte público uno aprende muchas cosas, cosas que nunca nos enseñarán en las aulas primarias o universitarias.

El uso del transporte público nos enseña a entender la sociedad en que vivimos, su idiosincrasia, sus carencias, sus necesidades más apremiantes, sus tragedias, sus dramas, sus trastornos, sus vicios incluso sus virtudes. Viajar en “camión” o en “combi” es retratar constantemente en nuestra mente las escenas de los rostros de miles de mexicanos; de sus propias historias. Salir a la esquina y pedir la “parada”, tal vez no pare y cuando para, posiblemente ir parados junto con otras cincuenta personas además de las sentadas.

Estar ahí, esperando llegar al destino es observar a la mujer embarazada o al anciano o anciana a quienes, comúnmente no les ceden el asiento los jóvenes sentados que haciéndose a los dormidos los ignoran. Es ver a la mestiza que sube con un contenedor lleno de dulces, elotes o cualquier otra cosa que venda, ayudarla a sostenerse del arranque intempestivo del chofer (en su mente corredor de fórmula uno en variadas ocasiones).

Tomar un camión entre semana es ver a no pocos niños o adolescentes vestidos de payasitos subirse y contar algunos chistes a cambio de una moneda, es escuchar al travesti que sube solicitando apoyo y comprensión para los enfermos de VIH de un albergue perdido, es recordar canciones románticas de voz de cantadores improvisados que suben y aún cerca de caerse, siguen tocando y todo para vivir… ¿vivir? En estos tiempos sobrevivir.

Y si lo usamos en fines de semana, domingo tal vez, es ver a muchas jovencitas subirse con el rostro desmaquillado, ropa puesta a la carrera llevando una mochila pequeña y signos de vida nocturna, su rostro triste y deprimente, pero que ya le escriben el camino por whats app o mensaje de texto a su hijo, preguntándole: ¿Qué se antoja desayunar?

Es ver a las enfermeras trasladarse de extremo a extremo de la ciudad para llegar a las cinco de la mañana, o a los trabajadores como vigilantes en empresas de seguridad privada, es verlos dormirse agotados por el cansancio de la jornada y decirles: ¡Ey! Ya llegamos.

Y si es en las noches, usarlo es conocer en persona al demonio causante de los efectos destructivos del alcohol: decenas de hombres que suben embriagados y malolientes, habiendo gastado el pago del día en alguna de las muchas cantinas y bares que aún permanecen en el Centro Histórico de nuestra ciudad y sin regulación alguna.

Es por todo eso que para mí usar el transporte público no es una incomodidad, es un privilegio, todos los días aprendo cosas nuevas. Es tener contacto directo con las tragedias de nuestro pueblo, que nunca terminan y que para nuestros gobernantes pareciera mejor que continúen. Lamento por todos aquellos que en vehículos lujosos, coinciden en el alto con un camión o una combi y ni siquiera miran a los pasajeros de las ventanas, de esos que niegan la realidad que creen conocer pero que nunca conocerán por haber tenido la suerte de nacer en circunstancias distintas, sólo eso y nada más… circunstancias.
José Miguel Rosado Pat